sábado, 19 de enero de 2013

Sommer.

Latía. Latía cada vez mas fuerte. El corazón se hacia notar dentro de mi. Evidenciaba mis nervios, de los que no había tenido constancia hasta ese momento, a pesar de saber a que me enfrentaba desde horas antes. Poco a poco me adentraba en aquel lugar oscuro pero amplio, al aire libre, donde habían mas personas de lo que había imaginado. Por eso y por la entrada noche no le reconocí entre aquella gente. Aun así, sin que yo lo quisiera, su voz resonó en mis oídos, vibrante y alegre. Fuerte. Pero la forma mas clara de describirla era 'igual que siempre'. Me quedé sin aliento, escuchándole una y otra vez dentro de mi cabeza, como la primera vez, como si todos aquellos años separados no hubieran existido, como si fuese ayer el ultimo día que lo había escuchado.
Aun no había vuelto a respirar cuando se encontraron nuestras miradas y volví a sentir de nuevo que nunca había dejado de mirarle. Había cambiado, de eso no hay duda, pero sus ojos, la forma de su cara, los hoyuelos en las mejillas... era él. La forma de mirarme, como si aun fuéramos solo el y yo y no estuvieran observándonos todos a nuestro alrededor, pendientes de nuestro siguiente paso. Era un déjà vu tan real como la ráfaga de viento que llevó hasta mi el olor de la colonia que no había dejado de usar desde entonces, mezclado con el perfume de su propio cuerpo.
Aquel instante parecía eterno y lo fue cuando me tendió la mano, esperando que yo la cogiera. Respondí vacilante, alargando lentamente el brazo y estirando mis dedos. Mi mano, al igual que todo mi cuerpo, temblaba. Él provocaba ese efecto en mi. Entonces, cuando las yemas de mis dedos comenzaron a rozar las suyas, puedo jurar que un calambrazo me recorrió, o saltaron chispas, o simplemente la adrenalina comenzó a correr por mis venas, llegando a cada rincón de mi cuerpo y erizándome la piel.
Otra vez su voz, 'Tenemos mucho de lo que hablar'. Otra vez sus ojos, pidiendo sin palabras que fuera con él. Otra vez su olor, cuando apretó mi mano y me llevó consigo a un lugar apartado. Otra vez su piel, cuando me atrajo hacia él y rodeó mi cintura con sus brazos desnudos. Y entonces su sabor, que aunque haya hablado de su voz, su mirada, su olor y su piel, no es fácil de explicar, cuando decidió que fueran los besos los únicos que hablaran aquella noche.

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